martes, 2 de octubre de 2012

Encuentro con la Peña del Real Madrid en LA


Entramos en los últimos días de agosto. El viernes 24, le dimos caña a la raqueta y luego, yo me quedo en casa con el ordenador, haciendo vida social y cultural variada. Sandra mientras tanto se ha marchado para recibir la evaluación de su curso, que por supuesto ha sido muy positiva, ya que era la alumna aventajada de la clase.

Por la tarde, la dedicamos a hacer recaditos varios, como reemplazar las pilas del collar luminiscente de Ada o visitar el Big Lots para comprar unas gafas de sol de deporte, que con el tenis, estoy sufriendo bastante. Un día sin demasiadas novedades.

El sábado, también lo comenzamos con nuestra sesión de tenis y luego nos acercamos al rent a car, a cambiar el coche y recuperar el beetle. El Corolla que nos han dejado no nos ha convencido nada, tenía muchas menos pijaditas que el nuestro y además, a mi no me terminan de gustar los coches automáticos. Con Al, el dueño del rent a car, cada vez colegueamos más, y ya incluso nos habla de quedar un día para cenar o tomar algo.

Por la tarde nos vamos a la playa un rato y luego hago una mini carrera con Ada antes de visitar el gimnasio. Un día bastante activo desde el punto de vista deportivo. Aunque es saturday night, a nosotros nos da un poco lo mismo, y terminamos el día en casita.

El domingo, por la mañana, sí que hay acontecimientos que contar, ya que ese día, con motivo del partido Getafe - Real Madrid, que es el segundo de Liga de la temporada (el primero fue contra el Valencia y nos pilló en el viaje al Lago Tahoe), decidimos ir a verlo con la peña del Real Madrid de Los Ángeles, que hemos conocido a través de la página de meet-up (que a su vez nos recomendó Ronie, nuestro vecino chileno de Camelot).

El encuentro fue en un bar en el downtown de LA que se llamaba Los Ángeles Brewing Company. La verdad es que desde el principio nos sentimos muy acogidos por los responsables de la peña, que son americanos pero todos con algún tipo de vínculo con España o el español). Los miembros de la peña, tres cuartos de lo mismo, mucho latino viviendo en LA, y los que no, con algún tipo de vínculo hispánico. Una cosa que nos sorprende es que la proporción femenina de la peña es muy alto, y es que aquí, tradicionalmente, el soccer era más practicado por mujeres que por hombres. El ambiente como digo, es muy agradable y es una buena forma de conocer gente nueva con bastante afinidad. Aunque lo de hablar en inglés no es el principal fuerte, sí que es posible hacerlo con algunos miembros de la peña. Ese día conocimos, como decía, a Stewart, el organizador del sarao y a sus colaboradoras Elisa, Peggie y Marcela. Nos cuentan que cuando el Madrid estuvo en LA en la pretemporada estuvieron con ellos de forma muy cercana. Me dio rabia el no haber ido a los encuentros que organizó la peña cuando vino el Madrid, que básicamente me los perdí porque eran a unas horas muy raras. En fin, qué se le va a hacer...

Con Stewart, el organizador de la Peña.
El partido fue bastante malo, de hecho el Madrid perdió 2-1 por sestear cuando marcó el primer gol, pero la experiencia fue muy buena y empezamos a abrir nuevos vínculos. De hecho, Sandra y Elisa no pararon de rajar durante todo el partido, cosa que con Sandra no me extrañó, porque el fútbol ni fú ni fá, pero de Elisa sí, ya que no sólo es fundadora de la peña, sino que tiene una web (forza fútbol) y un programa de radio asociado al fútbol español.

Tras nuestra primera experiencia con la peña, aprovechamos que estábamos en el Downtown para conocer el barrio chino, aunque era mediodía y hacía bastante calor para paseitos. El hecho es que finalmente encontramos un restaurante que nos convenció (Full House Seafood) y paramos a comer. Nos gustó mucho, raciones ingentes, muy buena calidad y precio ajustado, como en todos los chinos. El barrio chino en sí no lo vimos del todo, pero lo que vimos nos pareció que no tenía mucho de interés. 

Después de comer, y para no perder el espíritu asiático, nos acercamos al barrio de Little Tokyo con el propósito de comprar edamame,  que ha sido el descubrimiento culinario de este viaje. Supongo que en España existirá, aunque yo no lo conocía, pero lo probamos aquí en un japonés y desde entonces, estoy enganchado. En el fondo, el edamame, no es más que las judías de soja, que tan de moda está en España con todas las bebidas y yogures que están sacando ahora. Encontramos un supermercado japonés, donde por supuesto había y tras dar un garbeo y no comprar nada más, nos volvimos a casita.

Un plato de edamame, parecido al que nos tomamos nosotros en la cena.
Todavía tuvimos tiempo de darle un poco al tenis y por supuesto, a acabar el día con aperitivo nocturno de edamame en casita.

Vuelta a la 'normalidad'

Finalizamos nuestra escapada al Lago Tahoe el día 22 de agosto, y tras tomarnos el último desayuno en nuestro acogedor hotel (y despedirme de su colchón, en este caso con bastante alegría), emprendimos el viaje de vuelta a nuestro querido Camelot.

La perra estaba muerta del día anterior, parecía más Lina Morgan que nunca, así que le vino de perlas el día de coche.

El viaje de vuelta no tuvo mucho que contar, simplemente paramos para comer y para resolver nuestras necesidades. Eso sí, volvimos por distinto camino que a la ida, por aquello de tener más sensación de road trip. Si bien a la ida fuimos por el este de los parques de Yosemite y al oeste de Death Valley, por la 395, a la vuelta fuimos por el oeste del bloque de parques nacionales, por la 99. La comida la hicimos en una franquicia de restaurantes chinos denominada Panda Express en una ciudad llamada Manteca con un calor importante. 

Por la tarde, hicimos una parada de evacuación en nuestro caso y de reabastecimiento en el caso del coche, y de paso, nos compramos unos cafés de gasolinera de Starbucks, que la verdad es que están bastante buenos.

Tras esta parada, llegamos sin más novedad a nuestro condominio (que es como lo llaman aquí) de Camelot.

El jueves, reanudamos la regularidad, con un reencuentro con la raqueta matinal. Ese día, era el partido de ida de la final de la supercopa, que enfrentaba en el Nou Camp al Barça con el Madrid, con lo que quedamos con Luis para verlo por Santa Mónica.
Con Luis, viendo la supercopa
Lo vimos en el sports bar ya conocido de Santa Mónica, donde vimos la final de la Euro (Barney's Beanery), aunque esta vez, sentaditos en una mesa, con el partido sólo para nosotros. Nada mal, si nos olvidamos de los horarios matinales que tienen los partidos aquí, que no tiene ningún ambiente. Vimos el partido con la hermana de Luis, su cuñado y su sobrina, que andaban de visita.

El partido fue bastante del estilo Mouriño contra el Barça. Jugamos bien hasta que nos pusimos 0-1 y después el autobús. Nos metieron 3 en un suspiro, menos mal que al final la cagó Victor Valdés y Di María metió el 3-2 en el último minuto, que dejaba la cosa en 3-2, que era un resultado bastante bueno para lo visto.

Tras el partido, poco más, algunas compras que después de nuestro miniviaje nos hacía buena falta y reencuentro con el gimnasio de Camelot.

Lago Tahoe (II)


Amanecimos el día 21 de agosto, nuestro último día en el Lago Tahoe, de nuevo con el desayuno en el buffet del hotelito, tomando el sol mañanero en la terraza. Probamos unos panes redondos que tienen aquí de cuyo nombre no me acuerdo, que estaban bastante buenos tostados.

Después, habíamos pensado hacer una de las muchas rutas que hay alrededor del Lago, y decidimos intentar rodear el Fallen Leaf Lake, que parecía que era una ruta bonita y a la vez asequible.

Encontramos el inicio del sendero sin demasiados problemas y comenzamos a seguirlo, haciendo primero una visita al lago en sí, donde Ada, decidió darse su primer baño.
El sendero del lago Fallen Leaf (el lago de la hoja caída. Todo suena menos glamouroso traducido)
Tras seguir el sendero un rato, nos dimos cuenta que la ruta, en realidad acababa en la carretera, cosa que no nos dio la gana hacer, con lo que improvisamos siguiendo por los senderos más próximos al lago. Entre otras cosas nos metismos por varias propiedades particulares, pero sin incidencias. Finalmente acabamos de nuevo en la carretera, y tras seguirla un rato, nos dimos cuenta de dos cosas: 1) Seguir el camino por la carretera era un auténtico coñazo porque no paraban de pasar coches 2) No había forma de rodear el lago, no había camino ni carretera que lo hiciera. 3) (Ya sé que no había tres, pero se me acaba de ocurrir) Rodear el lago, en cualquier caso sería una ruta demasiado larga.
Ada, disfrutando del baño en el lago de la hoja caída
Así que tras andar un rato por la carretera decidimos dar la vuelta y volver por donde habíamos venido (más o menos) de forma que hicimos una decente ruta de unos 10kms, y de paso no nos desfasamos demasiado con la hora.

Como era el último día que íbamos a pasar en el Lago, comimos algo rápido y ligero para salir del paso en un mini pueblo llamado Camp Richardson. Por cierto que mientras comíamos el sandwich de ensalada de pollo, que fue todo un timo, vimos el pájaro de la película de K-Pax, que en España tradujimos como azulejo.
El azulejo en cuestión
Tras el refrigerio, nos pusimos rumbo a la otra playa recomendada que admitía perros, la playa de Kiva donde pasamos la tarde y vimos la puesta de sol mientras Ada se daba mil baños persiguiendo pelotas, frisbis o lo que hiciera falta.
La playa de Kiva, tras la puesta de sol
Antes de que se nos hiciera de noche, volvimos al coche y nos dirigimos al hotel. Esa noche, preguntamos en nuestro hotel por un restaurante para terminar nuestro viaje y nos recomendaron el Friday's Station situado en la azotea del hotel Harrah's, un megahotel casino, aprovechando que en la zona se encuentra la frontera del estado de Nevada (donde se encuentra Las Vegas), y por tanto entiendo que la regulación del juego es más favorable que en California.

El restaurante nos gustó mucho, y la localización era impresionante, aunque nos tocó una noche oscura (sin luna) y apenas se veían las vistas del lago. Una pena. La comida fue muy buena, pero no llegó al nivel del día anterior, siendo además algo más cara. Pero bueno, la experiencia fue buena y sólo se vio empañada por la comparación con el Evans, que fue mucho Evans.

Tras la cena, y para cerrar el apartado lúdico, nos volvimos a pasar por el pub del día anterior, dónde había de nuevo música en vivo, y de nuevo, estaba el mismo espontáneo del día anterior haciendo como que acompañaba con la batería (batería por decir algo, porque lo que tenía el paisano era una especie de caja con dos palillos, que no se oía nada, pero que por otro lado, supongo que sería la única forma de que los que tocaban de verdad no le dieran una patada en el culo).

Tras esta última parada, vuelta al hotel y reecuentro con el colchón blando, que me dejó la espalda hecha un ocho. Esa noche dormí de lado, en la llamada posición fetal y la verdad es que al día siguiente me levanté algo mejor.

lunes, 1 de octubre de 2012

Lake Tahoe (I)


Comenzamos el lunes 20 de agosto en el Lake Tahoe, que es una forma estupenda de comenzar una semana.

Desayunamos en el Hotel, que tenía un buffet de desayuno que estaba bastante bien para ser un motel pequeño, y además, en una terracita estupenda. 

Después, nos fuimos con Ada de paseo a la playa que ya conocimos también el año anterior, que resultaba ser pet friendly.

La perra, abriendo camino, de camino a la playa.
Hacía calor, pero era soportable, y el paseo no era muy largo, con lo que pese a que Sandra hizo mala selección de calzado, pudimos llegar a la playa sin demasiados contratiempos. Esta vez la perra sí que disfrutó como una auténtica enana. El lago, como no tiene olas, no le daba miedo, y con el calorcito y lo que le gusta el agua, no paró de darse baños persiguiendo la pelota que nos llevamos. Le importaba poco si nosotros nos bañábamos o no, ella lo hacía solita. Había bastantes perros por allí, pero a Ada se le está desarrollando un carácter de malas pulgas, que lejos de agradarle la presencia del resto de perros, la ponían en guardia, y claro, a mi también, que no quería un numerito de peleas de perros en tierras desconocidas.

Tras una buena estancia playera fuimos a buscar un sitio para comer, de hecho teníamos en mente repetir el sitio donde comimos el año pasado (The Getaway Café), que era como una casita de campo en la carretera, antes de llegar al pueblo del lago. Como siempre, era tarde, pero el año pasado también lo fue, con lo que fuimos con nuestras esperanzas intactas. Cuando pensábamos que no lo íbamos a encontrar (el año anterior llegamos al lago desde San Francisco, es decir entramos por un sitio diferente) allí apareció, tal y cómo la recordábamos. Sin embargo, después de aparcar el coche, nos dimos cuenta que el sitio en cuestión esta vez estaba muy cerrado. Nos encontramos a una chiquita limpiando, que nos dijo que estaba cerrado y que no abrían hasta el día siguiente, así que nuestro gozo en un pozo.

Menos mal que cruzando la autopista encontramos una pizzería bastante casera que nos atendió de mil amores (eso sí, estábamos solísimos), incluyendo cervecita y terraza para Ada.

La pizzería donde finalmente comimos. Hubo gatillazo, pero no fue grave.
Tras ingerir la pizza que estaba bastante buena, nos fuimos de vuelta al hotel y más tarde decidimos darnos una minivuelta por los alrededores del lago, por la zona de Emerald Bay. Encontramos un mirador donde hicimos algunas fotos, como la que aparece abajo, ya que el sitio merecía la pena. Después nos dimos un pequeño paseo que también resultó ser muy bonito, porque era alrededor del Cascade Lake.

Vistas de Emerald Bay desde el mirador
De vuelta del paseo, decidimos no cenar, porque la pizza todavía estaba haciendo estragos digestivos, así que paramos en una gasolinera, compramos unas cervecitas y unos cacahuetes e improvisamos un aperitivo vespertino en nuestro hotel.

Como no era plan de quedarse en el hotel desde tan temprano, decidimos investigar nuestros alrededores para tomarnos algo. Encontramos un sitio de música en directo llamado Pub Mc P's, en el que estábamos cuatro gatos, uno de ellos realizando las funciones de batería espontáneo del cantante de turno. Nos hizo ilusión que nos pidieran el carnet para pedir los cubatas y así se lo hicimos saber al camarero. Que a nuestra edad duden de si tenemos 21, la verdad es que, aparte de decir poco sobre la intuición para calcular edad por parte del camarero, siempre mola.

Tras un par de long drinks en nuestro recién encontrado pub de cercanías, plegamos velas. Esa noche empecé a notar que el colchón del hotel era demasiado blando, porque tenía un dolor de espalda importante.

Encuentro con la policía de camino al Lago Tahoe

Tras nuestra estancia en Bishop, emprendimos el resto de viaje hacia el Lago Tahoe. Esta parte del recorrido fue más bonita, porque transcurría entre montañas y el paisaje era más verde.

Como era un día entre semana, la carretera estaba vacía, y uno sin querer le da alegría al coche. El hecho es que había un coche de policía escondidito, al más puro estilo Guardia Civil, en mitad de una recta cuesta abajo. Tras pasar por ahí, vimos que el coche salía del agujero donde estaba y nos seguía con las sirenas puestas, al más estilo peliculero. Tras unos momentos de nervios y tensión, ya seguros de que era por nosotros (no había muchos más coches) detuvimos el coche de forma más o menos aparatosa (con los nervios hice la frenada típica de cuando se te olvida que estás llevando un coche automático, es decir, pisar el freno buscando el embrague que no existe, y como a todos nos han enseñado que el embrague se pisa a fondo, pues la frenada consecuente suele ser bastante brusca). Como bien sabemos por las películas, una vez paras, tienes que quedarte bien quietecito en el coche, sin moverte y sin aspavientos. También es verdad que aquí los policías casi siempre van solos (sin pareja), con lo que tienen que tener especial cuidado, porque no tienen cobertura en caso de que la cosa se ponga chunga.

Resulta que íbamos a 79 millas por hora en lugar de 55, con lo que nos habíamos pasado un poquito. Tras hacernos (muy amablemente) una batería de preguntas sobre nuestra procedencia, destino e intenciones, y recibir nuestras contestaciones, con un poco de interpretación añadida por el hecho de ser extranjeros, no dominar demasiado los límites de velocidad de cada tipo de carretera y además estar de cumpleaños. 

Al final, el policía, que fue muy majete en todo momento, nos perdonó la multa, que no iba a ser pequeña y nos dejó seguir, diciendo que tuviéramos más cuidadito con el pedal de la derecha.

Así que tras este incidente, proseguimos el viaje pasando por parajes bastante bonitos, de los que destacó el Mono Lake, que no Monkey Lake (ya sabéis que aquí son muy de combinar el inglés con el español para los sitios), del que pongo foto abajo.

El Mono Lake
Se nos hizo la hora de comer española en el viaje, y decidimos parar a comer en el último pueblo grande antes de llegar al lago Tahoe, llamado Gardnerville Ranchos (again, la mezcla). Nos costó bastante encontrar el cogollo del pueblo, y una vez encontrado (más o menos) los sitios estaban cerrados. Nos recomendaron el casino del pueblo, pero lo descartamos, porque no tenía terraza y hacía mucho calor para dejar a la perra en el coche. Finalmente encontramos un mexicano (sí, otro), en el que nos trataron muy bien y tras hablar un poco de fútbol tras detectar nuestro claro acento de Albacete, hicimos una comida ligera, que esa noche teníamos cena molona.

Desde este pueblo al nuestro hotel en el Lago había poca distancia, con lo que llegamos enseguida, disfrutando de unas vistas muy chulas, porque para acceder al lago, había que ascender un buen puerto.

Llegamos a nuestro hotelito, el 7 seas inn, que nos sorprendió porque este sí que era totalmente pet friendly. Nos dejaron un cacharro y todo para el perro, que el que teníamos para el agua nos lo dejamos olvidado en el mexicano (desastritos que somos a veces). La habitación era un poco pequeña, pero también aquí podíamos apañar a la perra en el baño de forma más o menos confortable. El hotel resultó estar muy cerca del que estuvimos el año anterior, y tras dar un paseíto para estirar las piernas, nos fuimos a la super cena que había preparado Sandra en el restaurante Evans. La mujer del hotel nos dijo que no era fácil llegar pero que merecía mucho la pena.

Así que siguiendo las instrucciones de Google Maps (gran invento) llegamos sin problemas al restaurante a las 20:30 que era la última hora a la que hacían reserva. Cena con horario yankee, eso sí, esta vez, sí teníamos hambre gracias a la comida liviana que habíamos hecho.

El restaurante fue espectacular, en un sitio muy bonito, pequeño, con un servicio muy amable (nos pusieron un pastel con velita y todo), y encima, no fue caro. Excelente celebración de cumpleaños.

Sandra, muy contenta con su p(l)ato ¡Menudo pintón!
Tras la cena, como era pronto decidimos prolongar un poco la celebración y tomarnos una copita en un bar llamado Rojo's Bar. El sitio nos sorprendió agradablemente, porque tenía karaoke, como es lo habitual aquí, pero lo diferente fue que la gente cantaba bastante bien, con lo que se estaba a gusto (no como habitualmente, que tras las tres primeras canciones de berridos y desafines, te entran las ganas de irte).

Tras dos copitas en el Rojo, ya dimos por finalizado nuestro primer día en el Lago Tahoe, y también dimos por cerrado el larguíiiiisimo cumpleaños de Sandra.