Comenzamos el lunes 20 de agosto en el Lake Tahoe, que es una forma estupenda de comenzar una semana.
Desayunamos en el Hotel, que tenía un buffet de desayuno que estaba bastante bien para ser un motel pequeño, y además, en una terracita estupenda.
Después, nos fuimos con Ada de paseo a la playa que ya conocimos también el año anterior, que resultaba ser pet friendly.
La perra, abriendo camino, de camino a la playa. |
Hacía calor, pero era soportable, y el paseo no era muy largo, con lo que pese a que Sandra hizo mala selección de calzado, pudimos llegar a la playa sin demasiados contratiempos. Esta vez la perra sí que disfrutó como una auténtica enana. El lago, como no tiene olas, no le daba miedo, y con el calorcito y lo que le gusta el agua, no paró de darse baños persiguiendo la pelota que nos llevamos. Le importaba poco si nosotros nos bañábamos o no, ella lo hacía solita. Había bastantes perros por allí, pero a Ada se le está desarrollando un carácter de malas pulgas, que lejos de agradarle la presencia del resto de perros, la ponían en guardia, y claro, a mi también, que no quería un numerito de peleas de perros en tierras desconocidas.
Tras una buena estancia playera fuimos a buscar un sitio para comer, de hecho teníamos en mente repetir el sitio donde comimos el año pasado (The Getaway Café), que era como una casita de campo en la carretera, antes de llegar al pueblo del lago. Como siempre, era tarde, pero el año pasado también lo fue, con lo que fuimos con nuestras esperanzas intactas. Cuando pensábamos que no lo íbamos a encontrar (el año anterior llegamos al lago desde San Francisco, es decir entramos por un sitio diferente) allí apareció, tal y cómo la recordábamos. Sin embargo, después de aparcar el coche, nos dimos cuenta que el sitio en cuestión esta vez estaba muy cerrado. Nos encontramos a una chiquita limpiando, que nos dijo que estaba cerrado y que no abrían hasta el día siguiente, así que nuestro gozo en un pozo.
Menos mal que cruzando la autopista encontramos una pizzería bastante casera que nos atendió de mil amores (eso sí, estábamos solísimos), incluyendo cervecita y terraza para Ada.
La pizzería donde finalmente comimos. Hubo gatillazo, pero no fue grave. |
Tras ingerir la pizza que estaba bastante buena, nos fuimos de vuelta al hotel y más tarde decidimos darnos una minivuelta por los alrededores del lago, por la zona de Emerald Bay. Encontramos un mirador donde hicimos algunas fotos, como la que aparece abajo, ya que el sitio merecía la pena. Después nos dimos un pequeño paseo que también resultó ser muy bonito, porque era alrededor del Cascade Lake.
Vistas de Emerald Bay desde el mirador |
De vuelta del paseo, decidimos no cenar, porque la pizza todavía estaba haciendo estragos digestivos, así que paramos en una gasolinera, compramos unas cervecitas y unos cacahuetes e improvisamos un aperitivo vespertino en nuestro hotel.
Como no era plan de quedarse en el hotel desde tan temprano, decidimos investigar nuestros alrededores para tomarnos algo. Encontramos un sitio de música en directo llamado Pub Mc P's, en el que estábamos cuatro gatos, uno de ellos realizando las funciones de batería espontáneo del cantante de turno. Nos hizo ilusión que nos pidieran el carnet para pedir los cubatas y así se lo hicimos saber al camarero. Que a nuestra edad duden de si tenemos 21, la verdad es que, aparte de decir poco sobre la intuición para calcular edad por parte del camarero, siempre mola.
Tras un par de long drinks en nuestro recién encontrado pub de cercanías, plegamos velas. Esa noche empecé a notar que el colchón del hotel era demasiado blando, porque tenía un dolor de espalda importante.
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