martes, 2 de octubre de 2012

Encuentro con la Peña del Real Madrid en LA


Entramos en los últimos días de agosto. El viernes 24, le dimos caña a la raqueta y luego, yo me quedo en casa con el ordenador, haciendo vida social y cultural variada. Sandra mientras tanto se ha marchado para recibir la evaluación de su curso, que por supuesto ha sido muy positiva, ya que era la alumna aventajada de la clase.

Por la tarde, la dedicamos a hacer recaditos varios, como reemplazar las pilas del collar luminiscente de Ada o visitar el Big Lots para comprar unas gafas de sol de deporte, que con el tenis, estoy sufriendo bastante. Un día sin demasiadas novedades.

El sábado, también lo comenzamos con nuestra sesión de tenis y luego nos acercamos al rent a car, a cambiar el coche y recuperar el beetle. El Corolla que nos han dejado no nos ha convencido nada, tenía muchas menos pijaditas que el nuestro y además, a mi no me terminan de gustar los coches automáticos. Con Al, el dueño del rent a car, cada vez colegueamos más, y ya incluso nos habla de quedar un día para cenar o tomar algo.

Por la tarde nos vamos a la playa un rato y luego hago una mini carrera con Ada antes de visitar el gimnasio. Un día bastante activo desde el punto de vista deportivo. Aunque es saturday night, a nosotros nos da un poco lo mismo, y terminamos el día en casita.

El domingo, por la mañana, sí que hay acontecimientos que contar, ya que ese día, con motivo del partido Getafe - Real Madrid, que es el segundo de Liga de la temporada (el primero fue contra el Valencia y nos pilló en el viaje al Lago Tahoe), decidimos ir a verlo con la peña del Real Madrid de Los Ángeles, que hemos conocido a través de la página de meet-up (que a su vez nos recomendó Ronie, nuestro vecino chileno de Camelot).

El encuentro fue en un bar en el downtown de LA que se llamaba Los Ángeles Brewing Company. La verdad es que desde el principio nos sentimos muy acogidos por los responsables de la peña, que son americanos pero todos con algún tipo de vínculo con España o el español). Los miembros de la peña, tres cuartos de lo mismo, mucho latino viviendo en LA, y los que no, con algún tipo de vínculo hispánico. Una cosa que nos sorprende es que la proporción femenina de la peña es muy alto, y es que aquí, tradicionalmente, el soccer era más practicado por mujeres que por hombres. El ambiente como digo, es muy agradable y es una buena forma de conocer gente nueva con bastante afinidad. Aunque lo de hablar en inglés no es el principal fuerte, sí que es posible hacerlo con algunos miembros de la peña. Ese día conocimos, como decía, a Stewart, el organizador del sarao y a sus colaboradoras Elisa, Peggie y Marcela. Nos cuentan que cuando el Madrid estuvo en LA en la pretemporada estuvieron con ellos de forma muy cercana. Me dio rabia el no haber ido a los encuentros que organizó la peña cuando vino el Madrid, que básicamente me los perdí porque eran a unas horas muy raras. En fin, qué se le va a hacer...

Con Stewart, el organizador de la Peña.
El partido fue bastante malo, de hecho el Madrid perdió 2-1 por sestear cuando marcó el primer gol, pero la experiencia fue muy buena y empezamos a abrir nuevos vínculos. De hecho, Sandra y Elisa no pararon de rajar durante todo el partido, cosa que con Sandra no me extrañó, porque el fútbol ni fú ni fá, pero de Elisa sí, ya que no sólo es fundadora de la peña, sino que tiene una web (forza fútbol) y un programa de radio asociado al fútbol español.

Tras nuestra primera experiencia con la peña, aprovechamos que estábamos en el Downtown para conocer el barrio chino, aunque era mediodía y hacía bastante calor para paseitos. El hecho es que finalmente encontramos un restaurante que nos convenció (Full House Seafood) y paramos a comer. Nos gustó mucho, raciones ingentes, muy buena calidad y precio ajustado, como en todos los chinos. El barrio chino en sí no lo vimos del todo, pero lo que vimos nos pareció que no tenía mucho de interés. 

Después de comer, y para no perder el espíritu asiático, nos acercamos al barrio de Little Tokyo con el propósito de comprar edamame,  que ha sido el descubrimiento culinario de este viaje. Supongo que en España existirá, aunque yo no lo conocía, pero lo probamos aquí en un japonés y desde entonces, estoy enganchado. En el fondo, el edamame, no es más que las judías de soja, que tan de moda está en España con todas las bebidas y yogures que están sacando ahora. Encontramos un supermercado japonés, donde por supuesto había y tras dar un garbeo y no comprar nada más, nos volvimos a casita.

Un plato de edamame, parecido al que nos tomamos nosotros en la cena.
Todavía tuvimos tiempo de darle un poco al tenis y por supuesto, a acabar el día con aperitivo nocturno de edamame en casita.

Vuelta a la 'normalidad'

Finalizamos nuestra escapada al Lago Tahoe el día 22 de agosto, y tras tomarnos el último desayuno en nuestro acogedor hotel (y despedirme de su colchón, en este caso con bastante alegría), emprendimos el viaje de vuelta a nuestro querido Camelot.

La perra estaba muerta del día anterior, parecía más Lina Morgan que nunca, así que le vino de perlas el día de coche.

El viaje de vuelta no tuvo mucho que contar, simplemente paramos para comer y para resolver nuestras necesidades. Eso sí, volvimos por distinto camino que a la ida, por aquello de tener más sensación de road trip. Si bien a la ida fuimos por el este de los parques de Yosemite y al oeste de Death Valley, por la 395, a la vuelta fuimos por el oeste del bloque de parques nacionales, por la 99. La comida la hicimos en una franquicia de restaurantes chinos denominada Panda Express en una ciudad llamada Manteca con un calor importante. 

Por la tarde, hicimos una parada de evacuación en nuestro caso y de reabastecimiento en el caso del coche, y de paso, nos compramos unos cafés de gasolinera de Starbucks, que la verdad es que están bastante buenos.

Tras esta parada, llegamos sin más novedad a nuestro condominio (que es como lo llaman aquí) de Camelot.

El jueves, reanudamos la regularidad, con un reencuentro con la raqueta matinal. Ese día, era el partido de ida de la final de la supercopa, que enfrentaba en el Nou Camp al Barça con el Madrid, con lo que quedamos con Luis para verlo por Santa Mónica.
Con Luis, viendo la supercopa
Lo vimos en el sports bar ya conocido de Santa Mónica, donde vimos la final de la Euro (Barney's Beanery), aunque esta vez, sentaditos en una mesa, con el partido sólo para nosotros. Nada mal, si nos olvidamos de los horarios matinales que tienen los partidos aquí, que no tiene ningún ambiente. Vimos el partido con la hermana de Luis, su cuñado y su sobrina, que andaban de visita.

El partido fue bastante del estilo Mouriño contra el Barça. Jugamos bien hasta que nos pusimos 0-1 y después el autobús. Nos metieron 3 en un suspiro, menos mal que al final la cagó Victor Valdés y Di María metió el 3-2 en el último minuto, que dejaba la cosa en 3-2, que era un resultado bastante bueno para lo visto.

Tras el partido, poco más, algunas compras que después de nuestro miniviaje nos hacía buena falta y reencuentro con el gimnasio de Camelot.

Lago Tahoe (II)


Amanecimos el día 21 de agosto, nuestro último día en el Lago Tahoe, de nuevo con el desayuno en el buffet del hotelito, tomando el sol mañanero en la terraza. Probamos unos panes redondos que tienen aquí de cuyo nombre no me acuerdo, que estaban bastante buenos tostados.

Después, habíamos pensado hacer una de las muchas rutas que hay alrededor del Lago, y decidimos intentar rodear el Fallen Leaf Lake, que parecía que era una ruta bonita y a la vez asequible.

Encontramos el inicio del sendero sin demasiados problemas y comenzamos a seguirlo, haciendo primero una visita al lago en sí, donde Ada, decidió darse su primer baño.
El sendero del lago Fallen Leaf (el lago de la hoja caída. Todo suena menos glamouroso traducido)
Tras seguir el sendero un rato, nos dimos cuenta que la ruta, en realidad acababa en la carretera, cosa que no nos dio la gana hacer, con lo que improvisamos siguiendo por los senderos más próximos al lago. Entre otras cosas nos metismos por varias propiedades particulares, pero sin incidencias. Finalmente acabamos de nuevo en la carretera, y tras seguirla un rato, nos dimos cuenta de dos cosas: 1) Seguir el camino por la carretera era un auténtico coñazo porque no paraban de pasar coches 2) No había forma de rodear el lago, no había camino ni carretera que lo hiciera. 3) (Ya sé que no había tres, pero se me acaba de ocurrir) Rodear el lago, en cualquier caso sería una ruta demasiado larga.
Ada, disfrutando del baño en el lago de la hoja caída
Así que tras andar un rato por la carretera decidimos dar la vuelta y volver por donde habíamos venido (más o menos) de forma que hicimos una decente ruta de unos 10kms, y de paso no nos desfasamos demasiado con la hora.

Como era el último día que íbamos a pasar en el Lago, comimos algo rápido y ligero para salir del paso en un mini pueblo llamado Camp Richardson. Por cierto que mientras comíamos el sandwich de ensalada de pollo, que fue todo un timo, vimos el pájaro de la película de K-Pax, que en España tradujimos como azulejo.
El azulejo en cuestión
Tras el refrigerio, nos pusimos rumbo a la otra playa recomendada que admitía perros, la playa de Kiva donde pasamos la tarde y vimos la puesta de sol mientras Ada se daba mil baños persiguiendo pelotas, frisbis o lo que hiciera falta.
La playa de Kiva, tras la puesta de sol
Antes de que se nos hiciera de noche, volvimos al coche y nos dirigimos al hotel. Esa noche, preguntamos en nuestro hotel por un restaurante para terminar nuestro viaje y nos recomendaron el Friday's Station situado en la azotea del hotel Harrah's, un megahotel casino, aprovechando que en la zona se encuentra la frontera del estado de Nevada (donde se encuentra Las Vegas), y por tanto entiendo que la regulación del juego es más favorable que en California.

El restaurante nos gustó mucho, y la localización era impresionante, aunque nos tocó una noche oscura (sin luna) y apenas se veían las vistas del lago. Una pena. La comida fue muy buena, pero no llegó al nivel del día anterior, siendo además algo más cara. Pero bueno, la experiencia fue buena y sólo se vio empañada por la comparación con el Evans, que fue mucho Evans.

Tras la cena, y para cerrar el apartado lúdico, nos volvimos a pasar por el pub del día anterior, dónde había de nuevo música en vivo, y de nuevo, estaba el mismo espontáneo del día anterior haciendo como que acompañaba con la batería (batería por decir algo, porque lo que tenía el paisano era una especie de caja con dos palillos, que no se oía nada, pero que por otro lado, supongo que sería la única forma de que los que tocaban de verdad no le dieran una patada en el culo).

Tras esta última parada, vuelta al hotel y reecuentro con el colchón blando, que me dejó la espalda hecha un ocho. Esa noche dormí de lado, en la llamada posición fetal y la verdad es que al día siguiente me levanté algo mejor.

lunes, 1 de octubre de 2012

Lake Tahoe (I)


Comenzamos el lunes 20 de agosto en el Lake Tahoe, que es una forma estupenda de comenzar una semana.

Desayunamos en el Hotel, que tenía un buffet de desayuno que estaba bastante bien para ser un motel pequeño, y además, en una terracita estupenda. 

Después, nos fuimos con Ada de paseo a la playa que ya conocimos también el año anterior, que resultaba ser pet friendly.

La perra, abriendo camino, de camino a la playa.
Hacía calor, pero era soportable, y el paseo no era muy largo, con lo que pese a que Sandra hizo mala selección de calzado, pudimos llegar a la playa sin demasiados contratiempos. Esta vez la perra sí que disfrutó como una auténtica enana. El lago, como no tiene olas, no le daba miedo, y con el calorcito y lo que le gusta el agua, no paró de darse baños persiguiendo la pelota que nos llevamos. Le importaba poco si nosotros nos bañábamos o no, ella lo hacía solita. Había bastantes perros por allí, pero a Ada se le está desarrollando un carácter de malas pulgas, que lejos de agradarle la presencia del resto de perros, la ponían en guardia, y claro, a mi también, que no quería un numerito de peleas de perros en tierras desconocidas.

Tras una buena estancia playera fuimos a buscar un sitio para comer, de hecho teníamos en mente repetir el sitio donde comimos el año pasado (The Getaway Café), que era como una casita de campo en la carretera, antes de llegar al pueblo del lago. Como siempre, era tarde, pero el año pasado también lo fue, con lo que fuimos con nuestras esperanzas intactas. Cuando pensábamos que no lo íbamos a encontrar (el año anterior llegamos al lago desde San Francisco, es decir entramos por un sitio diferente) allí apareció, tal y cómo la recordábamos. Sin embargo, después de aparcar el coche, nos dimos cuenta que el sitio en cuestión esta vez estaba muy cerrado. Nos encontramos a una chiquita limpiando, que nos dijo que estaba cerrado y que no abrían hasta el día siguiente, así que nuestro gozo en un pozo.

Menos mal que cruzando la autopista encontramos una pizzería bastante casera que nos atendió de mil amores (eso sí, estábamos solísimos), incluyendo cervecita y terraza para Ada.

La pizzería donde finalmente comimos. Hubo gatillazo, pero no fue grave.
Tras ingerir la pizza que estaba bastante buena, nos fuimos de vuelta al hotel y más tarde decidimos darnos una minivuelta por los alrededores del lago, por la zona de Emerald Bay. Encontramos un mirador donde hicimos algunas fotos, como la que aparece abajo, ya que el sitio merecía la pena. Después nos dimos un pequeño paseo que también resultó ser muy bonito, porque era alrededor del Cascade Lake.

Vistas de Emerald Bay desde el mirador
De vuelta del paseo, decidimos no cenar, porque la pizza todavía estaba haciendo estragos digestivos, así que paramos en una gasolinera, compramos unas cervecitas y unos cacahuetes e improvisamos un aperitivo vespertino en nuestro hotel.

Como no era plan de quedarse en el hotel desde tan temprano, decidimos investigar nuestros alrededores para tomarnos algo. Encontramos un sitio de música en directo llamado Pub Mc P's, en el que estábamos cuatro gatos, uno de ellos realizando las funciones de batería espontáneo del cantante de turno. Nos hizo ilusión que nos pidieran el carnet para pedir los cubatas y así se lo hicimos saber al camarero. Que a nuestra edad duden de si tenemos 21, la verdad es que, aparte de decir poco sobre la intuición para calcular edad por parte del camarero, siempre mola.

Tras un par de long drinks en nuestro recién encontrado pub de cercanías, plegamos velas. Esa noche empecé a notar que el colchón del hotel era demasiado blando, porque tenía un dolor de espalda importante.

Encuentro con la policía de camino al Lago Tahoe

Tras nuestra estancia en Bishop, emprendimos el resto de viaje hacia el Lago Tahoe. Esta parte del recorrido fue más bonita, porque transcurría entre montañas y el paisaje era más verde.

Como era un día entre semana, la carretera estaba vacía, y uno sin querer le da alegría al coche. El hecho es que había un coche de policía escondidito, al más puro estilo Guardia Civil, en mitad de una recta cuesta abajo. Tras pasar por ahí, vimos que el coche salía del agujero donde estaba y nos seguía con las sirenas puestas, al más estilo peliculero. Tras unos momentos de nervios y tensión, ya seguros de que era por nosotros (no había muchos más coches) detuvimos el coche de forma más o menos aparatosa (con los nervios hice la frenada típica de cuando se te olvida que estás llevando un coche automático, es decir, pisar el freno buscando el embrague que no existe, y como a todos nos han enseñado que el embrague se pisa a fondo, pues la frenada consecuente suele ser bastante brusca). Como bien sabemos por las películas, una vez paras, tienes que quedarte bien quietecito en el coche, sin moverte y sin aspavientos. También es verdad que aquí los policías casi siempre van solos (sin pareja), con lo que tienen que tener especial cuidado, porque no tienen cobertura en caso de que la cosa se ponga chunga.

Resulta que íbamos a 79 millas por hora en lugar de 55, con lo que nos habíamos pasado un poquito. Tras hacernos (muy amablemente) una batería de preguntas sobre nuestra procedencia, destino e intenciones, y recibir nuestras contestaciones, con un poco de interpretación añadida por el hecho de ser extranjeros, no dominar demasiado los límites de velocidad de cada tipo de carretera y además estar de cumpleaños. 

Al final, el policía, que fue muy majete en todo momento, nos perdonó la multa, que no iba a ser pequeña y nos dejó seguir, diciendo que tuviéramos más cuidadito con el pedal de la derecha.

Así que tras este incidente, proseguimos el viaje pasando por parajes bastante bonitos, de los que destacó el Mono Lake, que no Monkey Lake (ya sabéis que aquí son muy de combinar el inglés con el español para los sitios), del que pongo foto abajo.

El Mono Lake
Se nos hizo la hora de comer española en el viaje, y decidimos parar a comer en el último pueblo grande antes de llegar al lago Tahoe, llamado Gardnerville Ranchos (again, la mezcla). Nos costó bastante encontrar el cogollo del pueblo, y una vez encontrado (más o menos) los sitios estaban cerrados. Nos recomendaron el casino del pueblo, pero lo descartamos, porque no tenía terraza y hacía mucho calor para dejar a la perra en el coche. Finalmente encontramos un mexicano (sí, otro), en el que nos trataron muy bien y tras hablar un poco de fútbol tras detectar nuestro claro acento de Albacete, hicimos una comida ligera, que esa noche teníamos cena molona.

Desde este pueblo al nuestro hotel en el Lago había poca distancia, con lo que llegamos enseguida, disfrutando de unas vistas muy chulas, porque para acceder al lago, había que ascender un buen puerto.

Llegamos a nuestro hotelito, el 7 seas inn, que nos sorprendió porque este sí que era totalmente pet friendly. Nos dejaron un cacharro y todo para el perro, que el que teníamos para el agua nos lo dejamos olvidado en el mexicano (desastritos que somos a veces). La habitación era un poco pequeña, pero también aquí podíamos apañar a la perra en el baño de forma más o menos confortable. El hotel resultó estar muy cerca del que estuvimos el año anterior, y tras dar un paseíto para estirar las piernas, nos fuimos a la super cena que había preparado Sandra en el restaurante Evans. La mujer del hotel nos dijo que no era fácil llegar pero que merecía mucho la pena.

Así que siguiendo las instrucciones de Google Maps (gran invento) llegamos sin problemas al restaurante a las 20:30 que era la última hora a la que hacían reserva. Cena con horario yankee, eso sí, esta vez, sí teníamos hambre gracias a la comida liviana que habíamos hecho.

El restaurante fue espectacular, en un sitio muy bonito, pequeño, con un servicio muy amable (nos pusieron un pastel con velita y todo), y encima, no fue caro. Excelente celebración de cumpleaños.

Sandra, muy contenta con su p(l)ato ¡Menudo pintón!
Tras la cena, como era pronto decidimos prolongar un poco la celebración y tomarnos una copita en un bar llamado Rojo's Bar. El sitio nos sorprendió agradablemente, porque tenía karaoke, como es lo habitual aquí, pero lo diferente fue que la gente cantaba bastante bien, con lo que se estaba a gusto (no como habitualmente, que tras las tres primeras canciones de berridos y desafines, te entran las ganas de irte).

Tras dos copitas en el Rojo, ya dimos por finalizado nuestro primer día en el Lago Tahoe, y también dimos por cerrado el larguíiiiisimo cumpleaños de Sandra.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Bishop

Por fin, llegamos al viaje de cumpleaños de Sandra, que emprendimos el sábado, 18 de agosto. 

No nos levantamos especialmente pronto, pero algo más de lo normal y salimos camino de Bishop, nuestra parada intermedia antes del lago Tahoe. Decidimos ir a este pueblo, básicamente porque Sandra, no quería pasar el comienzo de su cumpleaños en el coche, y como aquí las distancias son bestiales, el viaje del tirón al lago, eran más de ocho horas. Así que vimos que Bishop quedaba más o menos a mitad de camino, y que podría resultar un sitio curioso.

Llegamos más o menos a mediodía (española, es decir sobre las 15:00) tras una breve parada para echar gasolina a mitad de camino. Tras hacer el check-in en nuestro motel (Mountain View) que también resultó ser bastante genuino, incluido el personal. Al principio nos atendió un chavalote, de unos 18 años que debía pesar 200 kilos, parco en palabras y bastante paradete, pero en seguida vino una señora, como india, que dudo que fuera su madre, para indicarnos la habitación y cobrarnos con ligereza. Pese a que le dijimos que viajábamos con perro, no sólo cuando hicimos la reserva, sino también en un segundo mail confirmatorio y también de palabra cuando llegamos, no nos lo cobraron.

Hicimos una bajada breve a Ada por los alrededores y la dejamos en la habitación, que estaba muy bien para ella porque tenía el baño con una especie de hall, con lo que era perfecto para que no llenara las moquetas de pelos y de paso, también para que la alergia de Sandra no sufriera de más. Después nos dirigimos a buscar algún sitio para comer. Acabamos en un mexicano, bastante tarde, para variar, en el que nos pusimos hasta arriba y eso que pedimos raciones pequeñas. Como uno ya está un poco mayor, las comilonas en mexicano se dejan notar en las digestiones, así que decidimos ir a dar un paseo por Bishop con el fin de conocerlo y de paso buscar un sitio para comprar algo parecido a un pastel de cumpleaños. De hecho este cumpleaños de Sandra fue de lo más curioso, porque lo empezamos a celebrar ese mismo sábado a las 15:00, ya que en España eran las 0:00 del 19. Es decir, fue el cumplaños más largo de su vida, ya que iba a durar 33 horas.

Bishop resultó ser bastante curioso, y durante el paseo vimos que el pueblo estaba bastante surtidito de negocios, y también de pastelerías, con lo que entramos en la que mejor pinta tenía y realizamos la operación pastel.


La pastelería en cuestión. Muy bonita ella.
Después del paseo y de comprar un estupendo pastel de chocolate, bastante baratito, por cierto, volvimos al motel para hacer una pequeña fiesta de cumpleaños, que para eso en España era día 19. Ya llegando, nos sorprendió una pequeña tormentilla que nos dejó un bonito arcoiris de recuerdo.


El mencionado arcoiris
Las compras en el chino dieron mucho juego para ambientar la fiesta, y Ada, con sus dos gorros, también. Tras hacer un poco el tonto, grabar un vídeo, acordarnos de los españoles ausentes, y cantar un poco, Sandra sopló las velas e hicimos la ceremonia de entrega de regalos, que fue un éxito (creo).
La perra, plenamente integrada en la party.
Por la noche, como nos habíamos puesto hasta arriba con el mexicano y por la tarde con el pastel, no hubo cena, pero sí unas cervecitas en el pueblo, que por cierto estaba muy animado.

Probé una cerveza del lugar por error, mega-amarga. Pésima. Tras los brindis pertinentes y un rato de baruzo en pueblo tipicamente yankee, dimos por finalizado el día en Bishop.

A la mañana siguiente emprendimos el camino al lago Tahoe, desayunando en el motel, que para uno que lo incluye... El desayuno era bastante malillo, pero nos sirvió para ponernos en marcha.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Preparando el viaje al lago Tahoe

Aquí ando, día 14 de septiembre, aprovechando un rato muerto del día, para dar otro empujón al blog. Ahora mismo tengo puesta la TV, que están jugando LA Galaxy y van ganando 2-0 a no sé quién... La verdad es que el fútbol aquí definitivamente está a otro nivel, nada que ver con Europa.

Me remonto a hace casi un mes para seguir dejando constancia de nuestras andanzas por aquí, al 17 de agosto, viernes.

Ese día, había quedado con los de DHL para recoger el paquete misterioso que había enviado Ana Merino. Como ese día Sandra no tenía curso, se vino conmigo, pero no le dije de quién era el paquete, para que tuviera un poco de misterio el tema.

El DHL en cuestión lo encontramos con bastante facilidad y el trámite fue muy rápido y sin complicaciones ¡Al fin tenía el paquete en mis manos! La verdad es que andaba bastante preocupado, ya que me sentía responsable de recibirlo y la cosa se estaba complicando bastante. También pensé que con lo fácil que había sido finalmente la gestión, lo difícil que había sido el proceso. De todas formas, este tipo de cosas me pasan a menudo con las agencias de transporte. No es la primera (ni será la última) vez que voy a recoger yo el paquete a sus almacenes.

Tras la gestión, Sandra fue a la aventura de encontrar una peluquería que la convenciera y yo mientras me quedé en casita haciendo relaciones públicas. Ese día también teníamos que ir a nuestro rent-a-car, porque querían revisarnos el coche para el viaje. La verdad es que Sandra tardó un huevo en hacer sus gestiones (lógico por otra parte) y tras elogiar su nuevo look realizado al parecer por una estilista muy histriónica (como la mayoría de la gente de por aquí, y más si es estilista), nos fuimos camino del rent-a-car. Habíamos quedado a las 16:00 con ellos, y a las 16:00 clavadas estábamos allí, pero como los californianos son un poco informales (muy poco anglosajón, por cierto), el rent-a-car estaba cerrado todavía. El tema no nos preocupó demasiado, ya que no habíamos comido y había un poco de hambre. El día anterior, previendo el tema, había buscado algún sitio auténtico para tomar una hamburguesa mientras nos revisaban el coche. Al final fuimos a uno realmente cerca del rent-a-car y bastante genuino llamado Norma's Restaurant. Como aquí la gente come a todas horas, no tuvimos ningún problema en que nos dieran de comer a esas horas. Efectivamente el sitio era bastante americano, aunque atendido plenamente por mexicanos. Como no queremos hablar español, aun sabiéndolo, nos dirigimos a ellos en nuestro inglés albaceteño. Lo bueno del sitio, es que además, se veía nuestro rent-a-car, con lo que en cuanto ví que abrieron, me di una carrerita para dejarles las llaves. Esta calle, por cierto, me parece genuinamente de LA, parece que estás metido en el videojuego de GTA.

La calle del rent-a-car me recuerda mucho a las de este juego
Nos comimos una hamburguesota como Dios pintó a Perico, eso sí, bebiendo agua, que en muchos restaurantes aquí no tienen licencia para vender alcohol, que parece que les encarece mucho el tema. 

Finalmente, nos dijeron que el coche necesitaba una revisión y que nos iban a dar otro para hacer el viaje al lago Tahoe, en concreto un Toyota Corolla Sedán. Les dijimos que no teníamos problema en llevar al perro en los asientos de atrás, pero que nos preocupaba que no fuera legal. Curiosamente, en materia de transportar a los perros, aquí son mucho más laxos que en España, y nos dijeron que no nos preocupáramos por eso, que aquí se podía llevar al perro ahí sin problemas. Por nuestra parte les tranquilizamos diciéndoles que pondríamos una colcha para que no quedaran los asientos regados de pelos, y aquí paz y después gloria. Nuestro tercer coche en algo menos de tres meses aquí. Este era automático, pero con menos extras que un Seat Panda. Tras las primeras sensaciones dubitativas con el tema de la ausencia del embrague, emprendimos camino a casa, que había que preparar la minimaleta.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Universal Studios


Llegamos al miércoles 15 de agosto. Como comentaba en la entrada anterior, esta era la última semana de curso de Sandra y la previa a nuestro viaje excursión al Lago Tahoe.

No recuerdo muy bien cuándo cerramos el tema del viaje, pero sé que a estas alturas ya teníamos cerrado que a la ida lo íbamos a partir en dos, haciendo la primera noche en un pueblo llamado Bishop, y también teníamos cogido el hotel en el Lago Tahoe. Esta gestión ya la había hecho yo, para ver en cuál nos dejaban llevar a Ada sin pegas y sin darnos un sablazo.

El hecho es que la mañanita del último día de curso, la iniciamos con nuestra sesión de tenis matinal y tras llevar a Sandra y a Maurici al cole, me fui a casa, ya que Merino había enviado un paquete sorpresa para el cumpleaños de Sandra, y los de DHL habían intentado entregarlo el día anterior, pero nos cogieron jugando al tenis. Así que nos dejaron el aviso de que lo entregarían al día siguiente, y allí me quedé, haciendo guardia. Aproveché para tener algunas conversaciones por skype con la family, pero aquí no llegó ni Cristo. Por la tarde, tampoco, así que sorprendido, traté de localizar que pasaba con el envío, que gracias a que el día anterior nos dejaron el aviso, al menos tenía el número de localizador. Según lo que decía en la web el envío se había realizado pero sin éxito. Me cabreé al ver esto, aunque me imaginé que no habían conseguido acceder a la fortaleza de Camelot, probablemente, porque el manager, que trabaja menos que el sastre de tarzán, no estaría en su oficina cuando llegaran los de DHL, y en el telefonillo, lógicamente no aparece nuestro nombre. En fin, que resignado, llamé, y una bonita máquina me comunicó amablemente que llamara en horario de oficina.

El día terminó con una pequeña preocupación, que intenté mitigar con una carrerita corta dando un par de vueltas a nuestras manzanas y una visita al gimnasio camelotiense.

El jueves, me acoplé al curso de Sandra, que ese día iban a hacer visita a los Universal Studios, que sonaba muy bien. Además era su último día, y suponía que Lisa, su profesora, ese día no ejercería mucho. Este hecho ha sido el motivo por el que no me he acoplado más a sus planes extraexcolares, ya que el hecho de que la profesora ejerciera de profesora, me hacía sentir un poco fuera de sitio.

Tras esta reflexión/confesión, diré que la mañana empezó con llamada a DHL para decirles que visto que la entrega del paquete estaba siendo misión imposible, que mejor lo recogíamos nosotros al día siguiente, con lo que tras obtener los datos para realizar dicha visita, nos pusimos en marcha hacia el colleague. Este día también se vino con nosotros Maurici, que tuvo un detallazo regalándonos (él y su familia americana) dos supervinos (españoles), que por cierto, todavía no hemos catado por no haber encontrado la ocasión propicia para hacerlo.

Como el día se presentaba largo, le manifestamos nuestra preocupación a Lisa por la hora de vuelta, ya que a lo mejor, sería mejor que nosotros lleváramos nuestro coche por si necesitábamos volver antes por el tema Ada. Lisa nos dijo que lo mejor es que nos volviéramos en Metro, y que dejáramos el coche en el parking de la estación (aquí todas las estaciones de Metro tienen parking gratuito, para fomentar su uso). Así lo hicimos, dejamos el coche en la estación de Culver City pero en el viaje de ida, fuimos con todos, ya que Lisa llevaba una camioneta en la que cabíamos todos.

Tras una paradita en Starbucks, pusimos por fin rumbo a los estudios. Cuando estuve en Florida en el 1993 también estuve en los estudios de Universal allí, y entonces la mejor atracción era la del coche de Regreso al Futuro. Tenía bastante curiosidad de cómo había evolucionado el tema en estos casi 20 años.

Los estudios estaban bastante llenos de gente y hacía bastante calor, pero Lisa, que está acostumbrada a realizar la visita nos llevó con bastante diligencia. La principal atracción ahora era la de Transformers, que aunque la película, evidentemente, es una auténtica gilipollez, la atracción fue de lo más espectacular. La idea básica no difería mucho de la del coche de Back to the Future, pero lógicamente, ¡los medios han cambiado una barbaridad!

Con Maurici, en la entrada de los estudios Universal
Te montabas en una especie de coche, igual, pero ahora, con gafas 3D, y con un escenario gigantesco. La sensación de aceleración, de velocidad, de freno, de caída estaban conseguidas increíblemente y además, el hecho de ver las cosas en 3D le daban el toque casi definitivo. Y digo casi, porque además, se han currado efectos reales, como que cuando algo te salpicaba en la pantalla, te salpicaba de verdad con un mecanismo de aspersion de agua, o cuando te pasaba un misil cerca, sentías el calor en la cara. ¡Totalmente recomendable!

No voy a repasar con detalles todas las atracciones que vimos, tan sólo las enumeraré para que quede constancia posteriormente, que lo mismo me hace ilusión... 

Después de Transformers, estuvimos en la de la Momia (una montaña rusa en la oscuridad, molona, pero muy corta), en Jurasic Park (muy currado el escenario y los dinosarios, la caída final, con mega-remojón incluído, también bastante impresionante), también estuvimos en una casa del terror (atracción estresante, porque no sabes cuando te van a dar el susto, aunque sepas que es un actor, el susto, te lo llevas). Después nos fuimos a comer y por la tarde estuvimos haciendo el tour por los estudios, que también hice en el 93, pero que de nuevo, ha cambiado bastante. En este tour, había una inmersión 360º y 3D de la pelea del último King Kong (de Steven Jackson) con los dinosarios. Sencillamente impresionante, de nuevo, cuando interactuaban con el trenecillo donde íbamos montados, se sentían de verdad los empujones y agarrones que estabas viendo alrededor. Además en este tour, simulaban un terremoto/inundación en una estación de metro (también espectacular, sobre todo, la entrada del agua), y como último punto muy a destacar, el escenario del avión estrellado de la película la Guerra de los Mundos. 

El escenario del avión estrellado de la Guerra de los Mundos
Después de esto, todavía nos dio tiempo a pasar por la película de Shrek, también en 3D y con efectos en la butaca, pero muy lejos de lo vivido anteriormente. Nos quedó pendiente la de los Simpson, la de Waterworld y una de FX, pero se nos estaba haciendo tarde y todavía nos quedaba la aventura de volver en Metro.

Así que nos despedimos del personal y nos pusimos camino de vuelta a CasaCamelot. La verdad es que ese día nos cundió un huevo, porque tras la hora de camino en Metro y coche hasta casa, cuando bajamos a la perra, nos acercamos al Marshall que tenemos al lado y aproveché para comprar una camiseta jinchera sin mangas, porque estos días estaba haciendo mucho calor y con el tenis, estaba sudando la gota gorda.

Para acabar el día, nos tomamos unas cervecitas en un restaurante japonés cutrillo que tenemos al lado de casa, pero que tiene terraza, y en el que aprovechamos para conocerlo, ya que teníamos a la perra con nosotros. El sitio, no nos convenció demasiado (los maki rolls que pedimos estaban aceitosos y la cerveza no muy fría), pero siempre es una alternativa para ir andando con la perra.

BBQ,s week


¡Voy a ponerme al día como me llamo Rigoberto! (la verdad es que como no estoy muy seguro, de momento, no me voy a jugar el nombre)

El viernes 10 de agosto (hace más de un mes desde el día que escribo) preparamos una barbacoa en Camelot con Luis y Anj. Era nuestra primera vez que hacíamos uso de la barbacoa y andaba un poco mosca por si los vecinos se ponían pesaditos por cualquier motivo, sobre todo por el hecho de beber cerveza.

La cosa salió muy bien, estuvimos solos, pudimos beber cerveza sin problemas (estaba -increíblemente- permitido), y como la carne aquí es muy buena, y Luis está hecho un maestro de las barbacoas, estaba todo muy bueno. Tanto es así que nuestro plan inicial de terminar la tarde en la pisicina (que está a 5 metros de la barbacoa) tuvo que ser abortado porque se nos empezó a hacer de noche y comenzó a hacer un poquito de rasca. Así que finalizamos la tarde dando un paseito por nuestro parque (como siempre, me cabreó el hecho de no poder llevar a Ada) y tras otra charla allí dimos por finalizado el encuentro entre otras cosas porque los mosquitos empezaron a atacarnos sin piedad.

Como no era muy tarde, Sandrita y yo nos tomamos la última en la terracita de la casa, otra zona escasamente usada, pero en la que se está muy bien.

Llegamos al fin de semana, que para nosotros, lo único que significa es que los sitios de visita están más llenos. Qué maravilla el tener esta sensación. Ese sábado, una de las profesoras del curso de Sandra, nos invitó a ir a su casa, con la idea de hacer una barbacoa (sí, dos barbacoas seguidas, ya se sabe que la vida es una cuestión de rachas). Así que tras jugar un poquito al tenis para ganarnos la comida, pusimos rumbo a casa de Karen (así se llama la profesora). Nos llevamos a Maurici, un compañero de curso de Sandra muy majete que estaba residiendo con una familia americana muy cerca de Camelot.

La barbacoa al final no fue tal, ya que todos los que fuimos llevamos comidas de nuestros paises (en teoría) y claro, con esto ya comimos de sobra. Nosotros, como no podía ser de otra manera, llevamos dos tortillas españolas, una con cebolla y otra sin, que tuvieron bastante éxito, por cierto.

Después de la comida, al estilo americano informal, de pie, en la cocina, alrededor de la barra, estuvimos un rato haciendo el chorra en la piscina y hablando un poco con el resto de compañeros de Sandra. Ese día conocí al que me faltaba, un francés llamado Habib que resultó ser bastante majo, aunque no muy hablador.

La verdad es que esa barbacoa la organizó Karen porque su compañero de piso era un actor de la película "Viven" llamado Vicent Spano con el fin de tener una especie de sesión monográfica sobre la película, que ellos estuvieron viendo durante la semana. Yo como la vi hace mil años, la verdad es que no me acordaba mucho, y menos del papel del hombre en cuestión, así que me quedé un poco al margen de la conversación.

El tal Vincent resultó ser bastante agradable y cercano, y la conversación fue interesante. Me acordé de mis amigos relacionados con el mundo del cine, que habrían apreciado mucho más que yo este encuentro.

A una hora prudencial abandonamos la casa y nos fuimos a Camelot, que Ada no entiende de vida social ajena y tiene que cubrir sus necesidades (como todo hijo de vecino) pasadas unas horas.

El domingo, hicimos un plan más localcito y controlado. Visita a nuestra playa un rato, comida en casa y por la tarde, intentamos ver la lluvia de estrellas, que aquí todos los medios de comunicación estaban anunciando con bombo y platillo. Fuimos al parque secreto de la perra y tras estar allí un buen rato tirados en el césped tratando de localizar alguna estrella fugaz, decidimos dar por abortado el plan con el resultado final de treinta y cinco aviones y cero estrellas fugaces. Vamos, fracaso total.

El lunes comenzó con nuestra sesión de raqueta y yo realizando recaditos matinales mientras Sandra iba a su curso. El día no tuvo mucho de destacado, mas que por la tarde, intenté probar una nueva funcionalidad de mi reloj GPS para correr: los trayectos. Básicamente consiste en que dibujas el trayecto que vas a seguir en un mapa y luego el reloj te va indicando por donde tienes que ir para seguirlo. El resultado fue de fracaso, porque al principio, no cogió bien los satélites, y por tanto, en ningún momento me llevó pr el trayecto planeado. Con un poco de frustración, hice una carrera un tanto improvisada que comparto aquí.

Llegamos al martes, 14 de agosto. Esta semana era la última del curso de Sandra y ese finde, lo íbamos a pasar en el Lago Tahoe con motivo del cumpleaños de la niña. Así que tras una sesión matinal de tenis y tras dejarla en el cole, me dediqué a realizar preparativos secretos para su minifiesta de cumpleaños. Qué mejor que visitar un chino para comprar mil chuminadas para dar ambiente. Por supuesto, también hice alguna visita a alguna tienda de más calidad, para hacerla algún regalo decente.

Por la tarde, como es costumbre los martes, fuimos al cine. En esta ocasión, al ser la última semana, se vino Maurici con nosotros, y nos animamos a ver por fin la de Batman. Nos daba un poco de respeto el ir a ver esta peli, ya que nos apetecía mucho verla, y queríamos enterarnos de algo.

La verdad es que entre que Christian Bale habla un poco pijo, que cuando está caracterizado de Batman tiene la voz distorsionada y que el malo, llevaba una máscara que también le distorsionaba la voz, la verdad es que no nos enteramos mucho. Menos mal que nuestras espectativas de entendimiento no estaban muy altas, porque si no, habría sido bastante frustrante. La peli, a mí me moló bastante. Muy espectacular y la chiquita que hace de Catwoman, más. Decía Sandra que hasta a ella le había gustado...

Como fuimos con Maurici y además la película fue bastante larga, nos fuimos directos a casa, sin pasar por el Kabuki, así que nos montamos una cena japonesa en casa, con edamame que me había regalado Mie y makis que habíamos comprado. No fue lo mismo, pero ¡no estuvo mal!

viernes, 31 de agosto de 2012

Ada cumple 3 años

Llegamos al día 7 de agosto, en el que nos sorprende un día de calor hasta ahora sólo conocido en las zonas más interiores, más próximas al desierto. 

Ese día el tenis se me da peor, como buen deporte de dientes de sierra que es. Por la tarde, como es martes, vamos al cine. Esta vez vamos a ver Savages -de Oliver Stone-, película que hace bastante honor a su nombre con una actuación de Venicio del Toro de lo más convincente. Salgo bastante desanimado, porque no he entendido muchos de los diálogos. A la única que he entendido ha sido a Salma Hayek (mexicana) sobre todo, cuando habla en español... En fin, el día en general, estaba de no, como diría Sandra. Finalizamos con nuestra visita al Kabuki, que siempre anima. ¡¡Qué buenos están los Alaskan Roll!!

El miércoles, bajamos un poco más tarde a jugar al tenis y tenemos todas las pistas ocupadas ¡Qué bajón nos dio! Decidimos que es el último día que nos retrasamos cinco minutos, porque las pistas por la mañana suelen estar cogidas por profesores jeta que dan clase en pistas públicas, con lo que el negocio les sale redondo. En cualquier caso, ese día, había quedado con Luis para jugar a media mañana, así que yo no perdí me sesión de raqueta. Después, nos quedamos en la piscina, hablando de la vida, que se estaba estupendamente. Una vecina española a la que ya había visto durante la Eurocopa, se unió a la conversación nacional, para recomendarnos algunos sitios por aquí para comer y/o comprar comida española. Yo que sólo voy a estar aquí unos meses, no presté mucha atención, pero para Luis, sí que fueron consejos de interés.

Durante estos días Sandra andaba fastidiada (y un poco acojonadilla) con un sarpullido que le había salido, con lo que por la tarde vamos a comprar una crema, a ver si la alivia un poco. En cualquier caso ese mismo día, ella descubre que el origen del sarpullido es estar usando un gel de ducha como crema hidratante. Es lo que tiene no dominar verbos como 'rinse' y no leerse las instrucciones. La verdad es que el gel ese más bien parecía una crema, y yo mismo así lo pensé la primera vez que lo usé, con lo que el uso posterior que le dio Sandra, fue bastante culpa mía (ya digo que el aspecto, el hecho de que no hacía espuma, no tenía apenas aroma... hacía pensar que era más crema corporal que gel)

Llegamos al día 9, que era el cumpleaños de Ada (3 años). Empezamos el día con la lección bien aprendida del día anterior y llegamos a la pista de tenis a las 8:55, con lo que no tuvimos ningún problema. Este día también hizo un calor infame, incluso a esas horas. Cuando llevé a Sandra a su cole, aproveché para comprar cuatro chuminadas para echarnos unas risas con el cumple de la perra y también a surtirnos con unas cuantas viandas para una posible visita de Luis para hacer una barbacoa en nuestra urbanización pija.

Ese día cociné un pollo asado, pensando en que este plato iba a tener muchos desperdicios susceptibles de ser comidos por Ada a modo de banquete especial cumpleañero (a todo esto, pensando en que no se pusiera mala, es decir, no estoy hablando de los huesos, sino de la piel, los cartílagos...)

Tras el festín que nos dimos los tres y el momento de hacer el gili poniendo velas a la perra (esto ha quedado inmortalizado en un vídeo que no hago público porque es un tanto vergonzoso), fuimos a dar un paseo un poco más largo de lo normal a la perrita por una pradera que hay no muy lejos de casa, que está pendiente de alquilar, pero que está perfectamente cuidada y es perfecta para poder soltar a la perra en cuanto se hace de noche.

Para finalizar el día, y en vista del calor que estaba haciendo, decidimos tomarnos nuestra cervecita nocturna en la terraza, que no habíamos estrenado, y en la que se estaba muy bien, la verdad. Pusimos el Ipad como radio y allí que estuvimos tomando un poco el fresquito.

Música en vivo matinal en Redondo


Seguimos nuestra andadura americana en Agosto. De momento, el calor es mucho más llevadero que en Madrid, como ya comprobamos el año pasado en nuestra visita de avanzadilla.

El domingo 5, fue el cumpleaños de Marcos, el sobrinito de Sandra, con lo que tuvimos la correspondiente conexión para realizar la merecida felicitación.

Después, nuestra habitual sesión de tenis, que poco a poco va dando sus frutos ya que ese día noté mejores sensaciones. Tras la sesión de raqueta, fuimos a visitar nuestro mercado de pescado en Redondo Beach, donde compramos una Tilapia, asesorados por un cliente mexicano que nos aconsejó comprar unas en concreto por no ser de criadero. Previamente, nos dimos un pequeño paseíto y nos tomamos una cervecita en el garito que conocemos de allí y resultó que había música en vivo. Nos pedimos algo de comer (unos aros de cebolla y una especie de tacos de la casa), que resultó ser un exceso, y eso que pedimos las raciones pequeñas.

Un paisano nos hizo una foto en Redondo Beach.

Estuvimos un buen rato en el bareto viendo al grupo en cuestión, que cantaba bastante bien y que la cantante me recordaba a mi amiga Cristina, aunque algo más mayor (Cristina, tu eres mucho más guapa, pero esta chica tenía un aire).


Música en vivo en el garito de las mil cervezas de grifo.

Después, en vista de la comilona inesperada, con digestión de boa (se nota que uno se hace mayor por la duración y dificultad de las digestiones), decido ir andando con Ada a devolver la película por la tarde, para dar un paseo digestivo. Tras esto, cena ligerita y fin del finde.

El lunes, día 6 de agosto no tuvo mucho que contar interesante. Tenis, compras, relaciones digitales y poco más. Por la tarde, una carrerita corta con Ada y visita al gimnasio. La noche del lunes, hicimos la Tilapia al horno. Salió muy rica, así que los consejos que recibimos fueron esta vez acertados.

Segundo mes cumplido. Ticks day

Tras la experiencia beisboliana del viernes, llegamos al sábado 4 de agosto, es decir, nuestro segundo mes aquí.

El día empezó con Sandra viendo otra garrapata que estaba de paseo por el cubículo de Ada. Mala señal. Así que se puso a analizar a la perra concienzudamente a ver si tenía algún visitante okupa asentado en la nueva propiedad conquistada.

Efectivamente, o Ada tenía pezones impares o uno de ellos era una garrapata ya bien surtidita de sangre ¡Qué asco de bichos! Las cabronas de ellas, cerca del cuello, donde estaba el collar parecía que no podían morder, pero según se alejaban de él, sí. Así que Sandra encontró otra como en la zona de la rodilla y otra más, buscando donde acampar.

Tras deshacernos de todas, más o menos salvajemente (sí, pusimos la película de aceite que parece que hace que se suelten, pero es un poco mandanga. Las garrapatas siguen ahí, con los colmillos bien metiditos en harina), decidí visitar la única tienda de mascotas que nos faltaba, con el fin de buscar un producto que reforzara la acción del collar, que a todas luces, ha resultado insuficiente.

En mi visita a Pet Smart le compro un líquido insecticida y de paso, repongo el frisbi que se tragó la playa de Escondido.

Tras las friegas correspondientes con el liquidito en cuestión, y tras que Sandra se recerciorase de que no había más presencias, dimos por concluido el tema, con lo que me dí un garbeo por el gimnasio de Camelot.

Estos días, los vecinos hicieron una especie de mercadillo de libros usados, con lo que aproveché a comprar algunos a precios de risa (50 centavos cada uno), por aquello de tener algo de lectura en inglés.

Después, nos fuimos a dar un garbeo por nuestra playa y luego, hicimos nuestra primera parada del viaje en el In and Out, que es una de la cadena de hamburgueserías más valoradas aquí. Nuestro segundo mes de estancia, merecía una comida basura americana para celebrarlo. 

Sandra y la hamburguesa, bajo la atenta mirada de nuestro Bettle.
Yo, haciendo lo propio

El día no tuvo mucha más novedad, más que visitamos a nuestro DVD club, que hacía tiempo que no íbamos, para coger la peli de Sospechos habituales, que yo no había visto y que Sandra me recomendó fervientemente.

La peli, la verdad es que moló, pero era bastante difícil, así que no me enteré mucho. La tendré que ver otra vez, porque Kevin Spacey lo merece.

Garrapatas y baseball

Llegamos al viernes 3 de agosto (hoy, es día 30, cumpleaños de Yago y de Lilahexe. 'Sólo' llevo 27 días de retraso con el blog, y eso que no tengo más obligaciones que las caseras y las que me impongo para avanzar con el inglés).

Ese viernes, amanecí viendo algo sospechoso en el cubículo de Ada. Desde lejos me parecía una garrapata, pero me extrañó que estuviera en el suelo. Efectivamente, era una garrapata, y estaba caminando por la alfombra, con lo que supongo que el collar antiparasitario que lleva Ada hizo su efecto. Tras pisarla con todas mis ganas y darme cuenta que la tía seguía viva, la cogí con un papel y la tiré al WC, donde también nadaba tan ricamente. Hay que ver lo duros que son estos putos bichos. Confiando en que fuera la única y que si no, el collar haría su función, nos fuimos a darle a la raqueta.

Este día, además, Sandra tenía actividades extra-excolares, consistentes en ir a ver un partido de los Dodgers, a la cual me uní encantado. Todo lo que sea ver deporte en vivo, me mola.

Previamente al partido, estuvimos comiendo con su grupo en un restaurante etiope, ya que una de las compañeras de Sandra, era de allí (de Etiopía, no del barrio donde estaba el restaurante) y nos quería enseñar sus costumbres gastronómicas. El restaurante nos gustó bastante y también nos pareció bastante genuino, ya que no nos pusieron cubiertos, sino siguieron el estilo de ellos, que parece ser que es comer con los dedos siempre acompañado de un pan blando, al estilo de un crep.

Tras la comida, nos tomamos un café en una franquicia estilo Starbucks y nos dirigimos al estadio de los Dodgers, que jugaba contra los Cubs de Chicago, no sé muy bien el qué. La temporada de baseball es larguísima y me parece que el partido que vimos era del final de la fase regular, pero no decisivo para nada.

El campo de los Dodgers es bastante espectacular, aunque acostumbrado al Bernabéu, me pareció un poco 'pequeño' (la capacidad de este estadio, me informé que era de 55.000 personas, aunque a mi me pareció más pequeño)

Aquí estamos Sandra y yo en el campo de los Dodgers, momentos antes de empezar el partido.
Era mi segundo partido de baseball en vivo, ya que en el 93, cuando estuve con mi primo Arturo en Florida, fui a otro de los Marlins de Miami con mi familia por parte de madre que vive allí (envío desde aquí un recuerdo muy afectuoso para todos ellos ya que son unas personas estupendas). Para los que no hayáis visto nunca baseball, os diré que es un deporte de lo más curioso y bastante alejado de lo que se ve en las películas. Para empezar: No la dan CASI NUNCA. Esto puede parecer una exageración pero el mejor bateador del equipo local, que tenía una musiquita propia cada vez que le tocaba batear, no llegaba al 35% de acierto. Segundo: Me parece un deporte mal pensado. Sé que un europeo, que no tiene ni idea, no debería decir esto, pero me explico... Las pocas veces que le dan a la bola, le meten un estacazo que da gusto verlo, pero si la pelota cae dentro de los límites del campo SIEMPRE la coge el equipo defensor al vuelo, lo que significa eliminación directa del bateador. Sin embargo, y aquí está la paradoja, si la dan un poquito más fuerte, la pelota se sale fuera del campo (cae a la grada) y eso supone que el equipo bateador haga carrera con todos los jugadores que estuvieran en ese momento en las bases (normalmente ninguno, he de decir). Es decir, la diferencia entre el éxito total y el fracaso estrepitoso del bateador, puede estar en 5 centímetros, los que separa la valla del campo con la grada. Por último y ya dejo el temita del béisbol, es un deporte que prima muy poco el estado físico y mucho la precisión, por lo que hay bastantes jugadores entrados en kilos, lo que no dice mucho de un deporte de élite.

En fin, que ese día tuvimos suerte, y al menos vemos 6 carreras en total (ganaron los Dodgers 5-1).

Otra cosa que me sorprendió mucho en su día, es lo deportiva (o quizá poco emocional) que es la afición aquí comparada con España. La primera vez que fui a ver el béisbol, el equipo local, los Marlins, perdieron, pero la gente salía del estadio contenta, o al menos, nada afectada por que su equipo hubiera perdido. Vamos igualito que cuando el Madrid pierde en el Bernabéu (o incluso fuera) que salimos todos sin ganas de cenar y con el ánimo tocado para unas cuantas horas/días.

En fin que después de la experiencia del partido, que por cierto, son larguísimos (entre lo poco que la dan, y que son 9 turnos -inners- los partidos se eternizan), pusieron en el campo unos fuegos artificiales, que no tuvieron nada que envidiar a los del 4 de julio, es más, fueron mejores, ya que los vimos cómodamente sentaditos y sin cabezas delante. Además yo creo que duraron más...

Como se hizo tardísimo, la experiencia no dio para mucho más que volver a casa tras unos debates sobre el sistema educativo en USA con los rusos y la etiope (estudiantes aquí) en la furgoneta, mientras esperábamos a Mie (la japonesa) que había olvidado que los seguratas le habían requisado su termo de diseño a la entrada del partido y tuvo que volver a por ella (sin éxito, por cierto).

Una experiencia más. Tengo ganas de ir a un partido de Football y a otro de basket antes de volverme a España.

jueves, 30 de agosto de 2012

¡Escondido! ¡Encontrado!


¡Cómo pasan los días... cómo aviones!

Te despistas un poco, y resulta que llevas días y días sin escribir, teniendo todo el tiempo del día disponible. Es increíble cómo va cambiando el concepto y el valor del tiempo según te vas haciendo más mayor.

Como tengo un retraso importante en el blog y ya también estoy asumiendo (por fin) que esto de escribir todos los días es como la tarea de Tom Cruise (Misión Imposible), voy a ver si cuento un poco lo que ha resultado relevante desde mi última entrada.

Estamos a finales de agosto (hoy es 24) y me remonto a nuestras andanzas al día 2. Ese día estuvimos saldando cuentas con Malibú, tras nuestra última y penosa esperiencia por allí. Este día teníamos que conseguir hacer un plan de ruta y playa. La ruta fue por Corral Canyon y como se me olvidó llevarme el GPS, recogí la ruta con la aplicación de Google de My Tracks que, la verdad es que está muy bien como sustitutivo.

La ruta era bastante seca, como es normal a estas alturas del año y nos hizo algo de calor, pero soportable. Como quiera que no fue muy larga y que en el camino de vuelta las vistas fueron bastante chulas, la sensación que tuvimos es que mereció la pena.

Ruta por Corral Canyon.
 Acabada la ruta, nos tomamos un pescadito (la ya famosa Tilapia) en un garito de carretera que estaba al lado del comienzo y fin de la ruta (Malibu Seafood), y en el que pudimos apañar a Ada en la terracita. El sitio, ni fú ni fá, pero hizo su función, aunque no tenían cerveza... (nos tomamos el placebo de la sin alcohol, gracias a que Sandra se dio cuenta de que al menos tenían esta).

Después del refrigerio, nos dispusimos a encontrar la playa de Escondido, esta vez me había documentado mejor visto el desastre de la vez anterior. Aparentemente, el acceso estaba en Escondido Beach Rd, pero tras recorrérnosla entera (era una calle privada), no había acceso a la playa de ninguna manera. Deshicimos nuestros pasos y entramos por una puerta que vimos que tenía trasiego de gente. En la playa decía que no estaban permitidos los perros, pero como vimos varios, hicimos caso omiso esta vez al cartel. Caminamos un poco hacia el norte por la playa, y efectivamente, estaba plagada de perros ¡Habíamos encontrado Escondido al fin!

En la playa de Escondido, al fin encontrada. No hay que jurar que tenía bastantes algas
La playa era muy chula, como el acceso era bastante complicado (como ya he relatado), estaba bastante vacía, y además era una playa bastante salvaje, con un paisaje muy chulo. Esto en lo que se refiere a la parte bucólica. En la parte práctica, la playa estaba petada de algas, bastante revuelta y con presencia de medusas (muertas) en la orilla. 

Pero bueno, hice de tripas corazón para seguir con la terapia de baño de Ada, y me metí en este mar tan poco apetecible, para ir quitándole el miedo a la perrita.

A la perra, las algas, ciertamente le dan bastante igual, ella tenía su cruzada con las olas, que es lo que realmente le acojona. Sandra, en esta ocasión, decidió seguir los toros desde la barrera. Este día, desde el punto de vista de la terapia de la perrita fue todo un éxito, ya que conseguí que se metiera e incluso que nadara, pese a las olas, las algas, las medusas, la arena... En fin que la jornada de playa se saldó perdiendo un frisbi (increíble, lo tiré, se lo tragó una ola y desapareció) y con unos puntitos más de confianza de Ada para con el mar.

Decidimos poner rumbo de vuelta a casa, que ese día jugaba el Real Madrid contra el equipo local, Los Ángeles Galaxy, el primer (y único) partido que he visto en horario vespertino.

Tras el partido, pusimos fin al jueves con bastante buen sabor de boca. También el Madrid cumplió su parte, paneando a los paisanos por 5-1.