El jueves, día 19 de julio, comienza con un poco de inquietud por la notita de los ladridos de Adita. Como la perra nunca ladra cuando estamos en casa, no sabemos si las quejas son exageradas, o realmente, la perra da mucho el coñazo cuando no estamos. Ante la duda, hay que enfundársela y tratar de tomar medidas.
Tras dejar a Sandra en el cole, me acerco a la caseta del manager de la propiedad, una señora mayor, estilo a la de 'Se ha escrito un crimen' que me recibe muy amablemente. Tras una pequeña charla introductoria en la que me pregunta qué nos trae por las américas y esas cosas, atajamos el problema del 'barking'. Le comento que la perra no ladra cuando estamos en casa, con lo que no podemos regañarla cuando lo hace, lo cual complica un poco la cosa. .. pero bueno, que tenemos un invento revolucionaríiiiisimo que compré la noche anterior cuando vimos la nota y que esperamos que funcione (falso, pero hay que hacer bien el marketing). Saldamos la charla de una forma muy amistosa, disculpándose Miss Murple por no habernos podido avisar en persona, ya que estos asuntos delicadillos no molan notificarlos con una nota. Bueno, una cosa menos, a ver si esta vez es la definitiva... ¡ADA POR FAVOR!
Por la tarde, convencidos de que en la playa de Venice dejan perros (atados), decidimos ir a pasar una tarde playera. Como dice Sandra, la tarde estaba de NO, y según nos estamos introduciendo en la playa (Ada, bastante a regañadientes, por cierto), un amable paisano nos dice que cuidado, que la policía está poniendo multas por la playa. Le decimos todo chulos que en esta playa están permitidos los perros que lo hemos visto en un cartel, pero nos corrige diciendo que están permitidos por el paseo marítimo, pero no en la playa ¡JODER! Tras darle las gracias, confirmamos que efectivamente, tenía razón y que nos ha evitado un nuevo problema. Así que dedicamos la tarde a pasear por el paseo de Venice, que con el perro no mola mucho, porque hay mucha gente y bastantes perros, con lo que no para de dar tirones aleatorios.
Preguntamos a otro paisano que vemos con un perro si hay alguna playa cerca que admitan perros y nos dice que cerca, lo que se dice cerca, no, pero que a partir del anochecer, la policía es difícil que te ponga una multa, que de hecho es lo que hace él, llevarlo por la noche o antes de amanecer (aquí amanece a las 6:00 o así). Así que le decimos que muchas gracias y que a nosotros casi que nos encaja mejor lo de después de caer el sol, que no somos de mucho madrugar...
Siguiendo el sabio consejo del paisano, cuando cae el sol nos acercamos a la playa, sin idea de bañar a la perra, que ya ha sufrido bastante últimamente con el tema. Tras lanzarnos un nuevo frisbee comprado en el chino, que vuela fatal, la perra logra cazarlo y de nuevo lo rompe a la primera. Fin de la jornada. Cuando nos vamos, vemos un coche de policía que se aproxima a hostigar a unos que estaban debajo de una torre de vigilancia haciendo manitas. Nos hemos librado...
Así acabó el jueves, con aperitivo vespertino y cenita caserita...
El viernes, quedé con Luis, que anda bastante atareado por estas tierras de dios, para jugar al tenis, recordando tiempos pasados. Tras comentar que qué lejos nos hemos tenido que ir para volver a jugar, nos echamos una pachanguita en las pistas del parque de Fox Hills en el día que más calor ha hecho desde que estamos aquí. Así que tras el tenis, decidimos irnos a la piscina de Camelot, que la tenemos bastante infra-aprovechada. Sandra, mientras, en clase. Como somos españoles, no concebimos estar en la piscinita sin una cervecita, así que aunque está prohibido beber y meter cristal, nosotros burlamos ambas reglas y nos llevamos unas Coors fresquitas mientras hablamos de la vida. Eso sí, bebiendo como los borrachos en las películas, con trapos ocultando la botella. No había que esmerarse mucho, porque aun siendo viernes, la piscina está casi vacía. Tras unas horas de charleta en la que ni siquiera comemos, disolvemos la reunión con propósito de repetirla una vez a la semana.
Por la tarde, Sandra viene de su excursión al museo Getty y tras contarme la experiencia (bastante mejor de lo que pensaba), vamos a dar una vuelta a Ada a un sitio que he visto que probablemente podamos soltarla. Así fue, hemos encontrado un sitio tranquilo, muy cuidado, donde por la noche no hay ni cristo, enfrente de unas oficinas, en las que se puede tirar la pelotita a la perra sin riesgo ¡Por fin!
El viernes no dio para más, ya que nos proponemos que el sábado, vamos a intentar hacer una caminatilla y después ir a la playa por Malibú ¿Lo conseguiremos? La respuesta en la siguiente entrada de blog (Una pista: Hay un refrán que dice "Piensa mal y...")
¡Seguimos en infomando!
Tras dejar a Sandra en el cole, me acerco a la caseta del manager de la propiedad, una señora mayor, estilo a la de 'Se ha escrito un crimen' que me recibe muy amablemente. Tras una pequeña charla introductoria en la que me pregunta qué nos trae por las américas y esas cosas, atajamos el problema del 'barking'. Le comento que la perra no ladra cuando estamos en casa, con lo que no podemos regañarla cuando lo hace, lo cual complica un poco la cosa. .. pero bueno, que tenemos un invento revolucionaríiiiisimo que compré la noche anterior cuando vimos la nota y que esperamos que funcione (falso, pero hay que hacer bien el marketing). Saldamos la charla de una forma muy amistosa, disculpándose Miss Murple por no habernos podido avisar en persona, ya que estos asuntos delicadillos no molan notificarlos con una nota. Bueno, una cosa menos, a ver si esta vez es la definitiva... ¡ADA POR FAVOR!
Por la tarde, convencidos de que en la playa de Venice dejan perros (atados), decidimos ir a pasar una tarde playera. Como dice Sandra, la tarde estaba de NO, y según nos estamos introduciendo en la playa (Ada, bastante a regañadientes, por cierto), un amable paisano nos dice que cuidado, que la policía está poniendo multas por la playa. Le decimos todo chulos que en esta playa están permitidos los perros que lo hemos visto en un cartel, pero nos corrige diciendo que están permitidos por el paseo marítimo, pero no en la playa ¡JODER! Tras darle las gracias, confirmamos que efectivamente, tenía razón y que nos ha evitado un nuevo problema. Así que dedicamos la tarde a pasear por el paseo de Venice, que con el perro no mola mucho, porque hay mucha gente y bastantes perros, con lo que no para de dar tirones aleatorios.
Preguntamos a otro paisano que vemos con un perro si hay alguna playa cerca que admitan perros y nos dice que cerca, lo que se dice cerca, no, pero que a partir del anochecer, la policía es difícil que te ponga una multa, que de hecho es lo que hace él, llevarlo por la noche o antes de amanecer (aquí amanece a las 6:00 o así). Así que le decimos que muchas gracias y que a nosotros casi que nos encaja mejor lo de después de caer el sol, que no somos de mucho madrugar...
Siguiendo el sabio consejo del paisano, cuando cae el sol nos acercamos a la playa, sin idea de bañar a la perra, que ya ha sufrido bastante últimamente con el tema. Tras lanzarnos un nuevo frisbee comprado en el chino, que vuela fatal, la perra logra cazarlo y de nuevo lo rompe a la primera. Fin de la jornada. Cuando nos vamos, vemos un coche de policía que se aproxima a hostigar a unos que estaban debajo de una torre de vigilancia haciendo manitas. Nos hemos librado...
Así acabó el jueves, con aperitivo vespertino y cenita caserita...
El viernes, quedé con Luis, que anda bastante atareado por estas tierras de dios, para jugar al tenis, recordando tiempos pasados. Tras comentar que qué lejos nos hemos tenido que ir para volver a jugar, nos echamos una pachanguita en las pistas del parque de Fox Hills en el día que más calor ha hecho desde que estamos aquí. Así que tras el tenis, decidimos irnos a la piscina de Camelot, que la tenemos bastante infra-aprovechada. Sandra, mientras, en clase. Como somos españoles, no concebimos estar en la piscinita sin una cervecita, así que aunque está prohibido beber y meter cristal, nosotros burlamos ambas reglas y nos llevamos unas Coors fresquitas mientras hablamos de la vida. Eso sí, bebiendo como los borrachos en las películas, con trapos ocultando la botella. No había que esmerarse mucho, porque aun siendo viernes, la piscina está casi vacía. Tras unas horas de charleta en la que ni siquiera comemos, disolvemos la reunión con propósito de repetirla una vez a la semana.
Por la tarde, Sandra viene de su excursión al museo Getty y tras contarme la experiencia (bastante mejor de lo que pensaba), vamos a dar una vuelta a Ada a un sitio que he visto que probablemente podamos soltarla. Así fue, hemos encontrado un sitio tranquilo, muy cuidado, donde por la noche no hay ni cristo, enfrente de unas oficinas, en las que se puede tirar la pelotita a la perra sin riesgo ¡Por fin!
El viernes no dio para más, ya que nos proponemos que el sábado, vamos a intentar hacer una caminatilla y después ir a la playa por Malibú ¿Lo conseguiremos? La respuesta en la siguiente entrada de blog (Una pista: Hay un refrán que dice "Piensa mal y...")
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Amiguitos, no querais saber como estan las cosas por aqui!, creo que es mejor la piscina de Camelot
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